domingo, 17 de noviembre de 2013

Potted rabbit (semiconserva de conejo)


























Uno de los retos de la cocina en tiempos prefrigorífico consistió en alargar la vida de los alimentos todo lo posible y poder conservar para el invierno la abundancia del verano y el otoño. En Inglaterra a las semiconservas que cubren los ingredientes con una capa grasa a modo de protección se les denomina potted: se puede aplicar a muchas recetas, pero algunas de las más populares son los potted shrimps (camarones), con mantequilla clarificada muy especiada, un clásico de los enclaves costeros vacacionales, y el potted rabbit, que traemos hoy aquí.

La preparación es muy sencilla: guisamos el conejo troceado con hierbas a nuestro gusto (tomillo, por ejemplo), algo de panceta curada y una mano de cerdo, junto a las verduras habituales: cebolla, zanahora y apio. Cuando la carne esté tierna, al cabo de un par de horas, retiramos el conejo y la panceta, que deshilachamos y reservamos en un bol. Mientras, colamos el caldo de la cocción y lo hervimos para reducirlo hasta obtener la consistencia de una salsa. Transferimos la carne a un recipiente hondo o un tarro de conserva y cubrimos con el líquido. Cuando enfríe lo refrigeramos. La gelatina de la mano de cerdo habrá solidificado y creado esa capa protectora que permite dejar la carne durante varios días hasta que nos apetezca comerla. Sólo hay que retirarla del frío media hora antes y podremos extenderla como un paté: así fue como la servimos en la cena medieval que celebramos en Casa Castillo el pasado mes de julio. O como en la foto, que data de mis tiempos de prehistoria bloguera, con una crema de castañas y unas setas salteadas. Puro otoño.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Licor de mora de "aprovechamiento"



Una entrada breve para compartir un pequeño descubrimiento: un licor, vamos a denominarlo, de aprovechamiento. Aunque hay quien deja las semillas de mora al hacer la mermelada, yo suelo pasar la pulpa por un colador para eliminar la mayoría, ya que aunque personalmente no me disgustan, suele haber gente que le molestan y si las quitamos es más fácil compartir las mermeladas. Así que después de extraer la pulpa me quedaba en el colador con un montón de semillas y pellejos muy dulces, al haberse cocido con la cantidad necesaria de azúcar para cuajar. Estos restos los metí en un envase de conservas con ron moreno y, al cabo de unas semanas, el resultado fue un licor de mora realmente agradable. Y lo mejor, no haber desperdiciado nada, que no están los tiempos como para pasar por alto cualquier posibilidad de ahorro. Probadlo la próxima vez que hagáis mermelada en casa.