miércoles, 29 de mayo de 2013

Fresas salvajes









Las fresas aparecen en el título de dos obras maestras en sus respectivos ámbitos, la música y el cine: Strawberry Fields Forever, una de las melodías más emotivas de The Beatles, y Fresas salvajes, la película dirigida por Ingmar Bergman. La coincidencia se extiende al tema que comparten canción y filme, ya que ambos abordan el paso del tiempo, la infancia perdida y la nostalgia en un mundo adulto plagado de decepciones por aquellos días más inocentes. Strawberry Fields era el nombre de un jardín en el que John Lennon jugaba con sus amigos de niño. Las fresas salvajes transportan al personaje de Bergman, un profesor universitario viúdo, a otros años más luminosos y plenos de amor. Como en la célebre magdalena de Proust, un sabor o su evocación son capaces de transportarnos bregando contracorriente en el río de nuestra memoria, para recuperar espacios, personas, sensaciones.

Cuando en el almanaque de nuestros días mayo está a punto de dar paso a junio todavía faltan unas cuantas semanas para que las moras hayan madurado. Pero las que sí comienzan a revelar su intensidad rojiza son las fresas silvestres o amarotes, el nombre gallego por el que siempre las he conocido y que aprendí de mi padre, el primero en mostrármelas en unos ya remotos paseos por el campo. Ayer mismo pude recoger un buen puñado, transportados en un improvisado cucurucho de papel, en compañía de mi mujer y mi hija de seis años. Más o menos la misma edad que tenía yo cuando empecé a recogerlos exactamente en el mismo lugar. Entonces me acompañaban mis vecinos y compañeros de juegos, que, aunque ya no vivimos en el barrio, la mayoría seguimos siendo amigos. Hay algo emocionante en el hecho de regresar, más de treinta años más tarde, a ese lugar señalado por la biografía, y encontrar que la naturaleza sigue cumpliendo su ciclo y que hoy, como entonces, los amarotes siguen brotando cada primavera. El que fue un niño vuelve con otro que, con suerte, quizá complete el mismo círculo dentro de otros treinta años.

A diferencia de las fresas -en realidade, fresones, que es lo que encontramos habitualmente en el supermercado- los amarotes son diminutos, algo que parece concentrar tanto su color como su sabor. Son tan delicados que parece que no les hace justicia ninguna otra receta que no sea comerlos recién cogidos o con un poco de nata. Duran poco, pero mientras duran, uno se encuentra en otra parte, tal vez muchos años atrás.

10 comentarios:

  1. Que ricos los amarotes!!!! Camino de la escuela nos poníamos las botas cogiendo amarotes por los caminos,había tantos!!!!!
    Esa misma sensación tuve yo la semana pasada recogiéndolos con mis niños,Si les enseñamos a ellos las cosas buenas y sencillas,ellos lo repetirán en su momento.

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    1. Hola,
      Sigue habiéndolos, como tú misma has podido comprobar con tus hijos. A veces las cosas más sencillas se quedan arrinconadas por esta vida ajetreada que llevamos. Seguro que lo van a disfrutar tanto como lo hemos hecho nosotros. Gracias por el comentario.

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  2. Volver a otro tiempo a través de los colores y los sabores. Volver, ya andada la vida, con la familia propia, a reencontrarse con la sombra de tus recuerdos. Me ha encantado.Ahora mismo voy a escuchar esa canción de los B.

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    1. Hola, Amparo,
      Nos alegramos de que te haya gustado. Disfruta de la canción, que esa sí que es un clásico para siempre. Gracias por comentar.

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  3. Nunca las vi. Cómo es la planta?

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    1. Hola,
      La planta es parecida a la de las fresas, pero las hojas son más pequeñas. Tiene flores también pequeñas, de pétalos blancos. En una entrada dedicada al Eton Mess, hecho con amarotes, puedes ver la hoja; espero que te ayude a identificarlos. Te dejo el enlace. Gracias por preguntar.
      http://morasyfrutassilvestres.blogspot.com.es/2012/08/en-el-verano-ingles-no-faltan-los.html

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  4. Recordoume aos amorotes que eu collía na parte de atrás da finca dos meus avós en Boiro e que ía ensartando nun picaño improvisando unha brocheta na que, normalmente, acababa por poder a miña impaciencia fronte ao reto de enchela por completo. E disto fará, seguramente, tamén cousa de 30 anos.

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    1. Ola, Jorge,
      Xa tiñan que ser grandes para poder metelos no pincho! ;-) Apertas,

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    2. recuerdo oir llamarlos careixos o cacareixos?

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    3. Efectivamente, careixóns, careixós... Gracias por comentar!

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